El dolor nos transforma. Dejamos de ser quienes somos y barre nuestra historia con escoba de hierro. Lo destroza todo: pasado que se olvida, presente que es todo dolor, y un futuro que nunca llega.
El dolor no tiene fin. Hasta que éste llega. Y es un alivio. Una hermosa tranquilidad. El norte toma su lugar y el sur, detrás, lleno de sol y alegría.
Tengo dolor.
Tengo dolor.
Y recuerdo lo que pude ser y no he sido. Y evoco aquel que fui y se ha perdido.
Nada permanece inalterable. Nada, hasta el final.
Todo se transforma: es energía. Hasta el final.
No siento ni padezco. Estoy suspendido en una burbuja que parece aire. Parece. Pero es muy pesada. Puede que sea de plomo.
Plomo. Plúmbeo. Como mi corazón.
Y duele.
Hasta que pasa. Porque todo pasa. Y estás tú.
Al final estás tú curándome las heridas, calmando el dolor, haciéndome ligero como la espuma.
Eres mi premio, mi meta.
Pero, mientras llegas, debo esperar con dolor y soledad, hasta el final.
Hasta el final: tú.
Posdata.: Quien ha escrito estas palabras . . .? Un beso
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